viernes, 21 de septiembre de 2007

Relatos de poder. Castaneda.

(…) Miré por la ventana para ver si ella venía. La vi a través de la puerta de cristal. Hablaba con la recepcioncita del hospital de animales. Mi cuerpo sintió una extraña sacudida, y automáticamente abrí la puerta del coche.
- ¡Corre, Max, corre! - dije al gato.
Bajó de un salto; cruzó velozmente la calle con el cuerpo cerca de la tierra, como un verdadero felino. El otro lado de la calle estaba vacío; no había coches estacionados y pude ver a Max correr a lo largo de la cloaca. Llegó a la esquina de un gran bulevar y descendió por la compuerta del desagüe.
Mi amiga regresó. Le dije que Max se había ido. Ella subió al auto y nos fuimos sin decir palabra.
A lo largo de los meses, el incidente se convirtió en un símbolo para mí. Imaginé, o acaso vi, un raro destello en los ojos de Max cuando me miró al saltar del coche. Y creí que por un instante ese animal doméstico, gordo e inútil, se hizo gato.
Expresé a don Juan mi convicción de que, cuando Max corría calle abajo y se sumergía en el drenaje, su “espíritu de gato” era impecable, y quizás en ningún otro momento de su vida fue tan evidente su “gatunidad”. El incidente me dejó una impresión imborrable.
Conté la historia a todos mis amigos; tras repetirla una y otra vez, mi identificación con el gato llegó a ser muy placentera.
Me pensaba yo mismo cómo Max: dejado, doméstico en muchos sentidos, pero no podía pasar por alto, sin embargo, que siempre había la posibilidad de un momento en que el espíritu del hombre se posesionara de todo mí ser, igual que el espíritu “gatuno” llenó el cuerpo hinchado e inútil de Max.
A don Juan le había gustado mi historia; hizo algunos comentarios casuales acerca de ella. Dijo que no es tan difícil dejar que el espíritu del hombre fluyera a tomar las riendas; sostener el paso, sin embargo, era algo que sólo un guerrero podría hacer.

sábado, 15 de septiembre de 2007

En el lado oscuro.

Un día me asusté escuchando música:


Terror. Horror. Estas inmovilizado. No podes mover tus extremidades, están atadas. La camilla esta helada y la luz que cuelga del techo te encandila. No podes ver a tu alrededor. Solo escuchas. Terribles rugidos de aparatos extraños. Sonidos metálicos de instrumentos filosos siendo afilados para perforar, cortar, rebanar, experimentar. El dolor que se avecina es insoportable. Tu corazón palpita con fuerza. No podes detenerlo, y ya no aguantas más. Te recorre un temor irracional de que ellos oigan los latidos, y los aliente más, que haga que se apresuren a introducir todos aquellos aparatos dentro de tu cuerpo. Y entonces no habrá forma de detenerlos. Adviertes su presencia moviéndose por la sala. Parecen tan satisfechos. Monstruos. Pasos… oyes pasos a lo lejos.
Alguien corre. Desesperadamente atraviesa pasillos iluminados por tubos de luz blanca que tintinean y aumentan la sensación lúgubre que emanan las salas de piso de mármol frío. Es la única luz. Están bajo tierra. Una mueca horrible atraviesa su cara. Esta aterrado. El sudor frío corre por su frente. Está exhausto pero no puede detenerse. Tan solo un segundo perdido puede ser determinante. No puede permitirse ningún retraso, y aún así, no puede ser advertido por ni un alma. Si lo descubren, correrá la misma suerte que el otro. El temor y el desasosiego lo envuelven. Pero si se entrega a ellos, será demasiado tarde. Sigue corriendo, y sus pasos retumban en las paredes. A lo lejos, risas, horribles carcajadas suenan a lo lejos.
Suenan en tus oídos. Risas inconcebibles, frías y deshumanizadas. Ellos no parecen oír los pasos. Están demasiado absortos en su dicha. Los pasos se acercan, disminuyen. Está desorientado. Si gritas ahora, será puro deleite para ellos, y él ya no podrá hacer nada. Debes aparentar calma. Es que es imposible. Cada músculo de tu cuerpo esta tenso cómo nunca antes, tus sentidos se han agudizado debido al loco terror que no te deja respirar. Tus latidos son furiosos. Las ataduras están ajustadas y cortan tu piel. Y ya no puedes resistirlo más. Sientes que tu cabeza va a estallar. Y lo anhelas, ya que eso acabaría con todo este sufrimiento irracional. Pero no debes gritar. O será demasiado tarde. Y los pasos suenan nuevamente a lo lejos. NO. Se alejan sin que nada puedas hacer. Te abandonan y te dejan a merced de aquellos seres crueles y despiadados. Él también ha caído. Y sabes que el fin se acerca…

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Y sin embargo...

Y sin embargo, ocurre que a ella no le gusta la realidad. Sin querer enterarse, vive en un mundo onírico; un mundo soñado e ideal. Su mente capciosa le hace creer que se mueve en un mundo de vigilia y racionalidad. Pero en realidad esta más allá de toda aquella sensatez. E inclusive, contra su voluntad, su mente se va a la deriva por más que su cuerpo pretenda ser un ancla en este mundo. Su imaginación y pensamientos son ávidos y no se conforman con los sueños durante las horas de sueño. No, desean toda la atención incluso cuando es de día y no hay tiempo para dormir. Sin poder evitarlo, idealizaciones y momentos imaginados donde la perfección es pura poblan su cabeza obstruyendo la vista del hoy y del ahora. No hay deseos de vivir semejante realidad, cuando cerrar los ojos y abandonarse a la imaginación genera tanta satisfacción. Y así es que se engaña, arguyendo que vive en un mundo de realidad con escapadas a ese mundo de sueños. Pero resulta que es todo lo contrario ya que las pequeñas escapadas son hacia el mundo duro y resistente donde no existe lo ideal más que en la imaginación. Y cada vez que se encuentra en él, sus ilusiones ve perecer. Entonces vuelve a huir a refugiarse en el bello mundo de los sueños hasta que se da cuenta de que todo eso no es más que un sueño y se deshace inevitablemente. Y nuevamente cae desconcertada en el sombrío mundo sin ilusión que no resiste y no puede evitar volver a escapar.



(PD: notaste que es siempre lo mismo? siempre caigo en el mismo circuito donde intento rehuir del mundo de la praxis... la solucin facil: huir frente a la displasencia y refugiarme en la imaginacion. aca ai algo que no funciona.)